El peso del “impuesto rosa”

Cuando la cartera “llora”

Daniela Aguirre A.

Realidad en el mercado

Ya es conocido que la mujer recibe un sueldo inferior al de los hombres aunque realice el mismo trabajo. Lo que pocas saben, es que ellas pagan más por los productos que compra.

Una pequeña muestra: el Departamento de Asuntos del Consumidor de Nueva York hizo público hace unos meses que en los productos del cuidado del cabello una mujer llega a pagar un promedio de 48 % más que lo que paga un hombre. Y listo, el precio de un champú y su acondicionador, retuercen fácilmente años de lucha para alcanzar igualdad en los géneros.

El asunto es tan serio que legisladores tanto de Estados Unidos como de Europa asumen que  se trata de abusos que deben terminarse. “Debemos regular estos precios, claro que hay una carga impositiva”, dijo una diputada británica recientemente. Sus comentarios confirman que el llamado “impuesto rosa” es una realidad en el mercado.

El tema se complica con el siguiente dato:  el último informe del Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal, dijo en marzo pasado que la brecha salarial entre mujeres y hombres es del 16 por ciento. Y esa brecha, según el informe, es una tendencia hacia arriba desde el 2014.ع

"Pink Tax"

En Nicaragua, el tema, más que curioso, es desconocido. Pocos saben lo que es la “tasa rosa”, pero en el momento en que lo descubren, no dejan de pensar que se encuentra en la etiqueta de cada producto. “La carestía” entonces se convierte en una pesadilla de color rosado pastel que ellas ven en cada estantería y escaparate de las grandes cadenas comerciales y supermercados.

Por lo tanto la “tasa rosa” o Pink Tax como le llaman en inglés, es el hecho de que las mujeres pagan más por determinados productos que los varones. Se trata  del mismo producto y hasta un mismo servicio, pero distinto precio. Idéntico producto colocado en dos estanterías diferentes, diferencias abismales si es para ellos o para ellas.

El costo de ser mujer y consumidora

El estudio “From Cradle to Cane: The Cost of Being A Female Consumer” muestra más de 800 referencias de productos de todo tipo con versiones “femeninas” y “masculinas”, donde sus precios confirman la diferencia.

Vestirse por ejemplo, le cuesta un 8% más a una mujer que a un hombre y el cuidado personal es desde un 13% más caro hasta 48%.

Pero hasta en un terreno en teoría tan neutro como los juguetes, existen diferencias. Aquellos en principio destinados a las niñas, cuestan un 7% más que los que están pensados para los niños. Si a estos datos se une el hecho de la brecha salarial, la discriminación económica contra  la mujer duplica su daño.

En Estados Unidos se estima que las mujeres pagan 1.400 dólares más al año por comprar los mismos productos cosméticos que también adquieren los hombres.

El fenómeno también salta las barreras físicas y se extiende a Internet: en la mayoría de los videojuegos, elegir protagonista masculino es gratis, pero si tu avatar es una mujer, hay que pagar.  Asumimos como normal que un corte de pelo sea más caro en las peluquerías para nosotras que para ellos. ¿Por qué?  

Según el mercadólogo Raúl Vega Basurto, nuestro cerebro percibe como razonable la diferencia de precio, si cree que se trata de diferentes productos con distintas cualidades.

“Si hiciéramos análisis más exhaustivo del producto, que obviamente no lo hacemos, nos revelará que lo único que cambia es su color y empaquetado, mientras que sus materiales y cualidades permanecen inalterables. Si hablamos de gusto por el color rosa, y desean pagar diez o veinte córdobas de más por una capa de pintura rosada, allá uno”, explica Vega Basurto.

Lo que ellas piensan:

Nicaragua no se escapa de la polémica, puesto que en ciertos artículos dirigidos hacia cada sexo, se nota la desigualdad en los precios desde juguetes, cuchillas de afeitar, productos de higiene, belleza, bricolaje y muchos otros por el simple hecho de que el articulo o el empaque sea de color rosa o azul.

Lo que es más injusto es que las marcas, sobre todo las de juguetes, apliquen precios más altos a los productos para niñas.

Sin embargo, las organizaciones sin fines de lucro que trabajan a favor de la igualdad de género  como el Movimiento María Elena Cuadra, el Centro de Prevención Contra la Violencia (Ceprev) y la Red de Mujeres contra la Violencia no tienen registro de este curioso problema que afecta las economías de sus defendidas.

Asegura por su lado Ruth Selma Herrera, que por años dirigió una organización que defiende a los consumidores.

Pero Jorge Eduardo Rooseess funcionario de la Red Nacional de Defensa de los Consumidores (RNDC), explica que esta desigualdad la han notado desde aproximadamente cinco años, pero culpa a quienes en este caso podrían considerarse las víctimas.

Según Rooseess, el problema es que las consumidoras no protestan y siguen comprando.

El peso del “impuesto rosa”
  1. Realidad en el mercado
  2. "Pink Tax"
  3. El costo de ser mujer y consumidora
  4. "El problema es la información”